Se dice que las lesbianas, somos más infieles que los heterosexuales. La realidad es que la infidelidad existe en hombres y mujeres de todas las edades, de cualquier orientación sexual, en todas las culturas, religiones y niveles sociales.
El hecho de involucrarse en una infidelidad indica la inmadurez e incapacidad emocional de la persona de entregarse emocional y sexualmente a su pareja. Supuestamente se es infiel porque algo no marcha bien en la pareja y hay muchas razones: porque el sexo es mediocre; por venganza si ella te fue infiel, o para desahogarte del agobio represivo que sientes a su lado.
Para muchas lesbianas la infidelidad es traición al amor y a lo construido; sin embargo, para la infiel representa una salida de una relación agobiante o falta afecto. Cuando se produce la infidelidad en una pareja lésbica surge la decepción y la autoestima se ve afectada (¿es ella más que yo?) ocasionando celos, violencia, depresión.
Es inevitable conocer a mujeres que nos gusten estando con alguien más, pero depende de cada quien propiciar un encuentro o que se quede en la simple atracción. Lo cierto es que todas tenemos poder de elección y de decisión, no hacemos algo que no queremos hacer. Si somos infieles es porque queremos serlo. A pesar de ello, es erróneo considerar que todos los colectivos de trabajo, los bares, las reuniones, el ambiente y las amistades son peligros para la relación. Es la persona quien decide su estilo de vida, no el ambiente.
En una pareja lésbica se debe mantener la comunicación. Aunque el amor esté presente, la sexualidad y los detalles son aspectos importantes. A nadie se le obliga a que viva en pareja o que establezca una relación de dos, pero quien esté dispuesta a estar en pareja tiene que respetar el compromiso que se establece en una relación y debe tener claro qué quiere cada quien.
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